Diciembre 12, 2008

(Escrito en marzo de 2007)

Llueve lánguidamente sobre Buenos Aires; el tiempo hoy tiene sus propios mecanismos y abro la puerta del viejo café. Murmullos entremezclados abordan mis oídos, escojo una mesa, dejo mis cosas y me siento a mirar por la ventana. Afuera la vorágine sigue sin pausa y no se entera que estoy aquí ni para qué.

Enciendo un cigarrillo de esos que dentro de poco ya no volveré a fumar porque “allá” no se consiguen. El mozo se acerca, le pido un cortado y exhalo contra el vidrio esa mezcla de humo y silencio que tan bien se me dá.

Vengo a despedirme de vos; plaza, empedrado, edificios, lluvia, aire… ciudad. Sigo despidiéndome a mi manera como cada día y hoy vine aquí a despedirme de tu esencia, esa que también se esconde en mí y desde ella te hablo:

- Ya no estoy aquí, Baires… mentalmente estoy en otro lado hasta que llegue a mi nuevo sitio.

Ya me fuí. Me diluí poco a poco bajo tus soles porteños pero quise volver un rato para tomarme un café con vos.

- Yo invito, quedáte tranquila.

Llega el cortado y vos ordenás “lo de siempre”… parece que aquí te conocen. Te miro a los ojos, te invito un cigarillo.

- ¿Sabés que te voy a extrañar?

Se nos empaña la mirada y te echás para atrás mientras bajo la cabeza y me concentro en el color de mi cortado.

- Voy a extrañar ese celeste bravío de tus tardes soleadas, el río susurrando en mi oído, el frío que cala los huesos, la plaza de mis carreras solitarias en triciclo y el ombú con la sombra recortada de mi abuelo descansando bajo él.

Lo improbable sucede: mientras digo ésto tu ritmo fuera se acalla… me estás prestando atención.

- Explicáme por que sos tan rara como encendida. Por que aquí parece el Mundo del Revés y a veces vamos todos tan a contramano.

El bocinazo de un taxi te hace salir del silencio, sonreís de costado moviendo la cabeza y aceptás la estocada. Dás una larga pitada y esperás…

- Sabíamos que no nací aquí para quedarme.

Asentís con la mirada y esperás…

- Sabíamos que ésto iba a pasar.

Fumás y encogés los hombros como si te quisieras excusar. Reina del Plata, ciudad puerto… antes llegaban a tí por barco, hoy nos vamos todos en avión.

Ya sé que sobrevivirás a mi partida, que apenas yo ponga un pie en Ezeiza alguno nacerá en un hospital de Buenos Aires.

Silencio.

- Quiero plantearte algo realmente importante: Cambiá tus secuencias, dales la oportunidad de envejecer entre tus calles. Dales una vida ardua pero digna, espacio para dos o tres sueños y un resto de felicidad. Regaláles un Boca-River algún domingo por la tarde, ese primer mate en soledad, la familia, los amigos. Dales Navidades y Años Nuevos con más de 30 grados a medianoche y de vez en cuando un asado y la calle Corrientes.

- No seas tan mezquina como lo fuiste con los que de una u otra forma ya partimos. Dejá de ser puerto y convertíte en Portal… ellos te van a amar como te amamos nosotros desde otro lado del mar.

(Digo en voz algo más baja)

- Te llevo en mis pupilas, en la memoria de mi aire, en la cabeza y - mal que me pese - en el corazón. No voy a volver a verte en mucho tiempo, espero que sigas tan linda como siempre y de vez en cuando voy a llorarte en silencio… fumando un cigarrillo de los que “allá” se consigan… esperando que hoy me hayas escuchado y te decidas a convertirte en Portal.


E-migrad@