viernes, 26 de diciembre de 2008

Sobre los sujetos a los que no puedo llamar...

Apenas llegué a España me explicaron que jamás osase llamar "mozo" a la persona que te atiende en un bar - forma en que se llama a esas mismas personas en Argentina - porque acá es como nombrarlos de forma despectiva o algo similar.

Pero y entonces... ¿Cómo cuernos los llamo? pensé yo inmediatamente. ¿Y si lo necesito para pedirle algo y no hay ningún nativo (o "del país" como suelen decir a veces - tema de otro post, lo prometo) conmigo?. ¿Levanto la mano como si estuviera aún en la escuela?. ¿Improviso señales de humo con el mechero (1)?. ¿Aprendo a chiflar/silbar en 2,5 segundos?. ¿ Le escribo un cartelito en una servilleta donde diga "Te estoy llamando a vos, vení" y la sostengo en el aire en dirección a donde aquel hubiese estacionado su humanidad?. ¿Empiezo a hacerle "Pssss, Pssss" a riesgo de que todos crean que estoy haciendo algo muchísimo más biológico y básico que emitir un sonido cualquiera para llamar la atención del empleado del bar al que no puedo llamar "mozo"?...

Una vez, recuerdo, salimos con mi cuñado, su mujer, el hijo de ambos y mi pareja. Llegó la hora de cenar y decidimos tapear (2) algo. Llegó la persona que atendía las mesas (juro que no recuerdo como se le llama... mi cerebro parece que se negase a computar algunas informaciones) e hicimos nuestro pedido. Al rato trajo lo que habíamos ordenado y continuamos charlando tranquilamente pero hete aquí que - finalmente - pasó lo que tenía que pasar.

Al niño - pequeño aún - se le cayó un cubierto al piso y como seguramente haría cualquiera de los que está leyendo este texto, se daría vuelta para llamar a la persona a la que no puedo llamar "mozo" y pedir que nos trajera otro. Y así fue como lo hice: tan sueltit@ de cuerpo me giré, ubiqué espacialmente donde estaba esta persona, lo miré a los ojos y le dije amablemente: "Mozo!".

Inmediatamente comenzó una actividad nerviosa de origen desconocido a mis espaldas. Escuché un "¡Nooo!" con tono grave pero bajito mientras decía la palabra, pero asumí - sin lugar a duda posible - que no iba dirigido a mí y seguí haciendo lo que estaba haciendo. Escuché risas semi-disimuladas y otros "¡Noo!" en tono femenino. El empleado parecía no haberme escuchado y sin girarme a ver de que pavada se estaban riendo todos ellos, volví a llamarle "Mozo!"
en tono algo más alto. Pareciera que fue demasiado, porque esta vez las risas fueron sin disimulo alguno.

Mi cuñado me tomaba por los hombros y me decía al oído: "No le digas más esa palabra" mientras intentaba reirse menos que las chicas. Mi cuñada estaba roja como un tomate y se reía haciéndome recordar a esos niños santurrones de la étapa de nuestra infancia en que descubrimos que hay algunas palabras que son "malas", "que no se pueden decir" y que cuando las escuchan ponen cara de azorados/horrorizados mezclada con esa sonrisita tan pícara de "lo dijo". Mi pareja se reía plenamente y sin tapujo alguno porque era la única que entendía cabalmente mi cara de "se volvieron todos locos" mezclada con la expresión facial necesaria para denotar un tan castizo " ¿qué co... pasa?". Pero - para decir la verdad - lo que más me mosqueaba(3) era ver que hasta el pequeño, 30 años menor que yo, parecía saber "algo" que yo no sabía y se reía disfrutando de ese conocimiento tan esquivo a mi razón en esos momentos.


Ésta vez el empleado del lugar sí había escuchado mi llamado y se acercaba a la mesa sin prisa pero sin pausa, dándole a mis acompañantes el tiempo justo para ahogar las risas y explicarme raudamente el doble sacrilegio que acaba de cometer. Yo los miré a los tres con cara de "¿me están cargando, no?"(4), pero el mini-estallido de risas me indicó lo contrario. Quise esbozar una sonrisa de "Y bueno, che... ¡todavía no me entero de todo!" pero los dos últimos pasos del empleado hasta llegar a nuestra mesa me lo impidieron.

Su cara estaba seria y dura como una piedra, muestra inequívoca de que sí había escuchado el último llamado. Con mi mejor "cara de nada" le pedí que trajese un reemplazo para el cubierto del niño y sin mediar palabra, el empleado se alejó. Ninguno de mis acompañantes se animó a levantar la vista de sus platos o de la mesa ya que una sonrisa hubiera sido llegar a un punto sin retorno, aparentemente...




E-migrad@



Aclaraciones:

(1) mechero = encendedor.
(2) tapear = picotear algo, pedir varios platos (en medias porciones) que se comparten entre todos.
(3) mosqueaba = de verbo (gallego) "mosquear": molestar, intrigar, desubicar (según el caso). En este caso es "desubicar".
(4) ¿me estás cargando, no? = argentinismo que se utiliza para preguntar si a uno le están jugando una broma, si están de guasa con uno.

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