jueves, 18 de diciembre de 2008

El Mundo y sus cosas: Episodio 01 ó "De cómo poner - a veces - a cada quien en su lugar".

Releyendo lo ocurrido en estos días a nivel mundial, encontré varias historias que podría evocar en este espacio. Finalmente me quedé con dos noticias entre las que me costaba decidir; entonces, como suelo hacer con algunos temas o situaciones, dejé que las impresiones decantasen y tiempo después entendí que bien podía traer a ambas en este segundo post.


La primera de ellas es la condena a cadena perpetua - por parte del Tribunal Criminal Internacional para Ruanda (ICTR) y después de 6 años de proceso judicial - al ex coronel Theoneste Bagosora por haber ayudado a perpetrar la masacre en la murieron 800.000 tutsis y hutus moderados en 1994 en Ruanda a lo largo de 100 días. Por aquella época, Bagosora era el director de gabinete en el Ministerio de Defensa y se le acusó de haber instigado al levantamiento popular que dió origen a esta masacre. Fue acusado también de haber ordenado el asesinato de diez soldados belgas de las fuerzas de paz de la ONU que se hallaban en el país para mediar en esta guerra civil que vivió Ruanda entre los años 1990 y 1993. En total, el condenado se enfrentó a 11 cargos de genocidio, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad... cargos de todos los cuales fue hallado culpable.


La segunda noticia tiene que ver con lo ocurrido hace algunos días - el domingo - cuando en medio de una rueda de prensa en Bagdad, Muntazer al Zaidi, le intentó dar dos zapatazos al todavía presidente de EE.UU tras decirle: “Este es un beso de despedida, ¡perro!. Esto es por las viudas, los huérfanos y todos los muertos en Irak". Habiendo visto lo visto a lo largo de estos últimos años en torno a sus decisiones y/o actuaciones – y más allá de todo comentario jocoso del estilo “¡qué lástima que tuviera aún tan buenos reflejos!” o similares – este hecho me retrotrae al ya famoso “¿¡Por qué no te callas?! que hizo tan cercano a Don Juan Carlos.


.. Y es que a veces, los que dirigen "el destino del mundo" - ó alguna de sus pequeñas porciones - parecieran tan confiados de que somos una manada impávida y lobotomizada de ovejas que se sienten intocables, cuasi-dioses. Hechos y/o actos como éstos, nos permiten recordar que – tarde o temprano – la Vida, el destino o como ustedes prefieran llamarle, permite que haya un momento en que toda impunidad se acaba (aunque sea de la más inesperada forma). Entonces, cada quien queda expuesto a sus grandezas y miserias; quienes serán en definitiva las que por sí solas, dejen a cada uno en el justo lugar que le corresponda.









E-migrad@

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