Nota importante: Leer primera parte "Como a los 7 años" antes de leer este post.
Hace unos pocos años yo había hecho un impasse en la profesión y monté un negocio (cibercafé) como forma de palear de mejor manera la crisis económica con la que ha vivido casi in eternum Argentina. Yo trabajaba allí y una noche tocó hacer mantenimiento de máquinas (cosa que aprendí a hacer para evitar que aquello fuera demasiado honeroso).
Aquella noche cerré a la hora habitual, descansé un rato después de la larga jornada, cené y charlaba con algun@s amig@s en el msn. Luego me dispuse a comenzar con la tarea, llevando el ritmo tranquilo y normal me llevaría unas 4 horas de trabajo, luego podría ponerme a dormir y estar lista para la apertura al día siguiente.
Todo iba bien encaminado hasta que noté una punzada leve en mi viejo amigo, el temporal derecho. Esperé unos minutos a ver si se repetía y al ver que no había sucedido nada me dije: Ha sido algo del momento. Lo cierto es que rato después comenzó una secuencia de puntadas y me tomé la medicación inmediatamente. Decidí dejar todo como estaba y recostarme para que el estar relajada ayudara a un mejor efecto de la medicación.
La cosa no mejoró. El dolor se hizo más agudo en cuestión de minutos, se expandía con una rapidez que nunca antes había experimentado, sentía la cabeza como sumergida, un calor interno al cerebro parecía estar cociéndome los sesos. El dolor se había apoderado de mí y no podía pensar con claridad, intenté levantarme y las piernas no me respondían, revisé los brazos y ya fallaban, supuse que estaba haciendo un Accidente Cerebro-Vascular.
Lo que más me preocupaba en ese momento era no preocupar a mi pareja que me veía por la cam del otro lado del mundo. Al cabo de un rato sentí ya no podía articular palabra en mi mente y al probar con la voz, el resultado no era mejor. Cuando ya no pude luchar más para mantenerme alerta, caí inconsciente. Me desperté medio día después, atontada y recostada sobre la improvisada litera que había logrado armar. Levanté la cabeza como pude, estaba exhausta y la única parte que respondió de mi cuerpo fue la cabeza y el cuello, de los hombros hacia abajo no había señal alguna de movimiento. Volví a recostar la cabeza y caí en un sueño pesado, nuevamente.
Desde el momento en que caí inconsciente hasta cuando pude despertarme nuevamente y comenzar a sentir dominaba mi cuerpo pasaron unas 36 horas. Durante un par más practiqué caminar de nuevo, coger equilibrio. También hablaba para ver si podía hacerlo. Me arreglé lo mejor que pude y salí, fuí al centro médico para que me revisaran.
Pasaron los días y tras los exámenes no parecía haber nada extraño. ACV no había sido, los dolores habían vuelto a presentarse pero me habían prescrito medicación para tomar apenas sintiera la más mínima presión. Era extraño, incluso para los médicos y se seguía investigando. La cuestión es que el primer síntoma claro lo descubrí cuando una cliente me habló en el negocio. Fue como si me hablara en chino. Me estaba pidiendo algo, sabía que me estaba hablando, entendía la mayoría de las palabras pero no podía decodificar lo que me estaba diciendo. Me quedé en blanco. Le pedí que me repitiese nuevamente lo que había dicho.
Las dificultades para entender palabras sueltas, órdenes y para leer eran cada día más evidentes. Incluso tenía dificultades para decir algunas palabras, se me trababa la lengua como a los chicos. Los dolores de cabeza aumentaban, aparecían alteraciones en la vista y en la audición previo a los episodios que me dejaban extenuada y de cama. Fuí a hacer una consulta con la neuróloga nuevamente y pidió más exámenes, le pedí que solicitase una interconsulta con fonoaudiología (logopedia). El diagnóstico neurológico ya lo teníamos: Migraña con aura en evolución.
Hablé con una colega y le expliqué lo que había pasado, iniciamos un diagnóstico fonoaudiológico (logopédico) y surgió todo claramente. Tenía problemas de comprensión tanto verbal como escrita, fatiga mental, problemas para realizar cálculos mentales, leía un párrafo y perdía el renglón por el que iba leyendo, leía lento, decodificando las letras y uniéndolos - como la primera vez - en mi mente con los sonidos correspondientes, fallaba al hacerlo.
Me costaba escribir con letra minúscula (yo ya lo sabía y escribía en letra mayúscula), invertía letras, las confundía, tenía letra disgráfica, laguna mentales a la hora de hacer un simple ejercicio de comprensión lectora y por si fuera poco, al hablar, podía estar manteniendo una conversación normalmente y de pronto no me salía decir alguna palabra. Sabía la que quería decir, en mi mente veía esa palabra pero no llegaba a poder decirla.
Tenía 33 años y había perdido casi por completo la capacidad de leer, tenía serias dificultades para entender verbalmente hasta una frase de dos órdenes, escribía como si recién hubiera cogido un lápiz por primera vez y tenía algunas dificultades de expresión. Seguí los tratamientos que me indicaron, hice un tratamiento fonoaudiológico pero yo sabía por los médicos y mi colega que no podían saber cuanto de estas facultades podría recuperar.
De vuelta a escribir palabras, oraciones, en un cuaderno. Buscar donde me equivocaba - con lo que entonces me costaba - y corregirlo. Leer, que había sido una de las experiencias más gratas antes de ese suceso, ahora era un martirio. Sostenía la atención - esforzándome - durante 5 renglones y luego ya empezaba a caer en picada el resultado. Cada vez que había un episodio de migraña volvía a empeorar y era comenzar de nuevo, los logros se habían malogrado.
La evolución era lenta y no muy buena, así que nos concentramos en frenar lo máximo posible los dolores, seguir con el tratamiento fonoaudiológico (logopédico) y yo, por mi cuenta, decidí hacer las mismas actividades en casa que tantas veces había propuesto a pacientes en mi consultorio con esas mismas dificultades. Quería reforzar lo que se estaba haciendo para ayudar a mejorar el pronóstico.
Tardé meses en volver a escribir en letra minúscula con la misma seguridad con la que lo había hecho hasta antes de aquel incidente. Los errores se fueron subsanando en un tiempo algo más largo. Volví a tener el diccionario a mano cada vez que escribía ó leía. Lo más gracioso del caso es que a veces palabras que no me salían en castellano irrumpían en mi mente en inglés ó incluso en alemán.
Tuve una larga época de sentarme a leer textos simples, muy simples en voz alta, una y otra vez, hasta poder leerlo correctamente. Luego comencé a complejizar por cuenta propia, me decían que descanzara la mente y así lo hacía, pero me negué a aceptar el hecho de no poder volver a leer jamás algo más complejo que un anuncio de diario, una de esas notas que aparecen en recuadros en las revistas ó libros para niños. Y es que sabía perfectamente que las capacidades que no recuperase de la mejor forma posible durante el primer año desde ese episodio, ya no se recuperarían más. Tenía un tiempo límite y las cartas no iban - en ese entonces - a mi favor.
Me negué a varias otras cosas más, como por ejemplo acostumbrarme a los audio-libros. Llegué a aborrecerlos. También fue una época en que mi humor dependía de cuan bien ó mal iba la evolución del momento y de cuanto podía ó no entender al hablar con los demás. Era frustrante sinceramente y prefería alejarme en ocasiones antes que otros pagaran tal frustración en forma de enojos. Tuve que aprender a tener y (a tenerme) mucha paciencia en mis nuevas circunstancias.
A escuchar las señales de dolor que podía indicar mi cuerpo. Tuve que aprender a explicarle a los demás cómo me sentía cuando no podía encontrar una palabra ó entender una frase para que entendieran mis caras, mi frustración y me tuvieran paciencia en vez de tratar de ayudarme forzando algo que en ese momento no iba a salir mejor. Tuve que aprender a escribir de nuevo para rectificar los fallos que ahora había en mis escritos y a leer (cosa que - ahora sé - no pensaban que lograría recuperar como he logrado hacerlo).
Ahora sólo quedan vestigios de todo aquello, que aparecen cuando tengo un episodio de migraña ó cuando estoy cansada. Empiezan los errores si estoy escribiendo, cambio alguna letra, no pongo alguna otra y algunas cosas más. A nivel verbal puede aparecer algún problema de comprensión ó alguna tema de pronunciación si el dolor es agudo.
Tardé unos dos años en volver a coger un libro para leerlo. Un libro de adultos, una novela ó texto cualquiera. Tengo buen ritmo lector y lo mismo, si estoy cansada puedo cometer errores. A mi gusto todavía queda mejorías por hacer, sobre todo en este último punto, quisiera volver a leer sin que el cansancio hiciera mella en mi capacidad de lectura.
Al final, no puedo quejarme, tuve bastante suerte. Los profesionales que me acompañaron sabían lo que hacían y mi tesón cuasi-germano fue una buena cualidad a mi favor. Vuelvo a disfrutar de la lectura y los mundos que se dejan - a través de ella - ser explorados. Nuevamente los libros son mis amigos, puedo disfrutarlos y emocionarme con ellos.
Quizás sea por eso que disfruto tanto - como antes - del Día del Libro, las bibliotecas, librerías y ferias del Libro.
Eso sí, me gustaría agregar algo. Si todo éste ha sido contado, no crean que se debe al mero placer de soltarlo aquí, a los vientos. Preferiría que en el mejor de los casos lo tomasen como una anécdota que les sirva como recordatorio de cuan importante es tenerle paciencia a los que están aprendiendo a leer y a escribir y de lo importante que es acompañarlos e intentar hacer crecer en ellos el placer por la lectura.
Si lo piensan bien verán, que si ese placer no hubiera estado tan enrraizado en mí hoy no estaría aquí, escribiéndoles a ustedes.
Un beso, E-migrad@
Conversaciones matutinas
Hace 4 semanas
8 comentarios:
Me asombra la tranquilidad que transmites al relatar ese hecho, pero tu teson a dado sus frutos...sigue escribiendo asi que aqui tienes a un lector desde tus principios (aunque apenas comente) ☺☺☺
Pizcos! Vaya sorpresa!
Primera vez que escribes y ¿ahora anuncias que lees? De la forma que sea, Bienvenido a Migraciones!
La tranquilidad es algo era una de mis cualidades desde joven, de hecho me ayudó mucho en mi profesión... aunque debo admitir, que antes, cuando me llevaban al límite de esa tranquilidad en la vida privada, llegaban los prontos.
La necesaria estabilidad de esa tranquilidad la aprendí con los años y la vida.
Linda sorpresa la de esta noche, a ver cuando se repite.
Saludos, E-migrad@
Una dura prueba, un hermoso resultado. Comprendo en parte,(por situaciones cercanas), el duro camino pasado y me emociona la fuerza y el amor para andarlo.
Un abrazo.
Izara.
Impresionante Emiiii!!!
Me había perdido la primera parte, pero ya la recuperé.
Gracias por contarnos esta historia y la tendré presente cada vez que se me acabe la paciencia con mis alumnos!!!
Besotes
mira Emi qué duro y bonito...me has dejado con pocas palabras por lo sucedido, he sentido por momentos que necesitabas ayuda (cuando estabas enferma), las migrañas son insoportables, conozco de ello. La paciencia con los niños siempre debe estar presente...el caso es que a mi me encanta estar con ellos, tal vez sea eso. Me llenan de energía positiva, además de ser grandes maestros...espero se sucedan menos los episodios y mis besos!!!
Emigrad@, todo esta historia personal que cuentas me hace admirarte más. Es otro ejemplo precioso de cuando alguien se supera a sí mismo, a sus dificultades, a sus enfermedades. Y sale siendo una persona mejor.
Te sigo leyendo!
Con mis saludos,
Verónica
Impresionante historia y bravo! por como saliste de eso. Que fuerza y volundad la tuya! Que vulnerables nos sentimos cuando nos pasa algo asi! No? Pero, por suerte ya quedo atras!!!
Y que lindo que la pudiste que la pudiste compartir con nosotros!!!!
Un abrazote!
Hola a todos
Gracias por los comentarios, aunque alguno haya logrado sonrojarme.
Grace, cuando aparece algún signo de migraña, inmediatamente la medicación, no hay otra opción. Si continúa, pasado un tiempo mínimo de dos horas, otra pastilla. Todo lo posible se ha hecho, no hay más ayuda que esa... pero no te preocupes, estoy bien en líneas generales.
Que todos tengan un buen fin de semana
E-migrad@
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