lunes, 16 de noviembre de 2009

Buenos Aires '09 (3) - Lo que ví más allá de aquel río

Es muy fuerte lo que te pasa por el alma y la mente cuando estás regresando al lugar donde naciste y creciste. ¿¡Cómo podría no serlo si allí se desarrollaron 35 años y medio de mi vida!?

Amo Buenos Aires y eso que no soy porteña (Porteños se les llama a los que nacen en la Capital Federal). Amo la ciudad, sus calles, su historia. Amo el que haya sido portal para tanta gente, entre ellos, mis abuelos. El crisol de razas que se puede ver entre las miles de personas que se cruzan en su diagrama de damero y que aún pueda decirse, en tal lugar viven aún grupos de italianos, españoles, alemanes, ucranianos, armenios, judíos, chinos ó casi cualquier otro grupo que puedan imaginar y que puedas adentrarte en un barrio en donde - de alguna manera - todavía subsiste la esencia de esos pueblos, sus costumbres, negocios y cultura.

Agradezco la europeidad de su arquitectura, la mezcla de estilos, el contraste de lo más moderno con lo más antiguo. Las palabras que adoptamos de una y otra colectividad. No por nada suele decirse que muchos de los argentinos descendemos de los barcos. Es una expresión que se usa para traer a cuento a nuestros antepasados llegados en barcos atestados de inmigrantes. Me enorgullezco de la hospitalidad con que se trató en líneas generales a aquellos peregrinos y me da vergüenza ajena cuando alguien comenta historias sobre inmigrantes que en aquellas épocas la pasaron francamente mal.

Me encantan las calles empedradas que aún pueden encontrarse en Buenos Aires, serán muy malas para los amortiguadores de los automóviles, pero son parte del legado de aquellos que doblaron incansablemente el lomo, día tras día, para colocar cada una de sus piedras. Esta ciudad es el resultado del trabajo de propios y de extranjeros que llegaban a esas tierras para forjarse un provenir mejor del que dejaban en el Viejo Mundo.

Evidentemente no todo lo que reluce es oro, Buenos Aires tampoco es la excepción a esa regla. Baires - como también suele llamársele - es una ciudad enorme, insomne y frenética. Una ciudad que te regala vistas e historias preciosas pero que también puede intentar engullirte en alguno de los pozos de algunas sus calles.


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De pronto, su perfil a lo lejos, ese perfil anhelado de aquello que se distingue a la legua y fuí inmensamente feliz.









Inmediatamente comencé a decir - como en una suerte de rezo - "Ahí está Palermo", "Ahí está Aeroparque", "Ahí está Recoleta y a unos pasos, El Museo de Bellas Artes y la Universidad".




Comenzamos a girar para adentrarnos hacia Ezeiza y la ciudad nos mostró otro de sus perfiles. La Reserva Natural de Costanera Sur, Puerto Madero y - aguzando la mirada - más rosada que de costumbre, entre medio de tanto edificio blanco, La Casa Rosada.





Bajo nosotros quedaba el Puerto, aquel que recibió tanta cargas de materias primas de todo el país y que también fue atracadero de cientos de barcos cargados de sueños y de ansias de progresar.




Ya raudos comenzamos a atravesar a la Reina del Plata - otra de sus denominaciones - sin titubeo alguno hacia el Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Y hasta aquí pude continuar con la cámara activada.



La capital se fue transformando en barrios y en suburbios más sencillos y cotidianos. La emoción contenida y las ansias por pisar nuevamente suelo argentino.



Bastó con girar la cabeza un momento y mirar hacia la cabina para observar a una mujer al otro lado del avión llorando emocionada para que mis lágrimas brotasen. Sabía perfectamente lo que sentía porque era lo mismo que otros y yo también sentíamos. En muchos rostros lágrimas contenidas y en tantísimos otros más - sin distinción alguna de sexo - ríos plenos de congoja, de añoranza de vaya a saber cuanto tiempo y de un inmenso alivio por poder volver a ver nuestra tierra y a nuestra gente.

Ya estábamos sobrevolando la pista y la congoja dió paso a la paz. La paz de sabernos de nuevo allí, para disfrutar a full todo lo que pudiésemos. Para forzar las jornadas a fuerza de cariño...



So pena de saber que estoy a punto de repetirme sólo diré que me resulta imposible evitarlo. La razón es muy sencilla. No encuentro otra canción que exprese tan claramente lo que nos pasa a los que estamos lejos de esa tierra ó de los que circunstancialmente - de ella - se deben apartar.




Silvina Garré - En blanco y negro

link a la letra (en castellano) de la canción



Dulces sueños a tod@s, E-migrad@

1 comentarios:

Angelica dijo...

Hola! Te entiendo perfectamente ya que yo tambien pase mucho tiempo lejos de casa. La unica diferencia es que yo si soy porteña! Ahora me estoy tomando unas lindas vacaciones paseando por diferentes hoteles en argentina, pero tambien quiero volver a casa! Saludos!

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